Por obligación o devoción…

¿El sacerdote? Por devoción. ¿El médico? Por devoción. ¿El profesor? (Mejor) por devoción.

Existen ciertas profesiones para las que parece no caber duda de que hay que sentir una cierta pasión por ellas para ser capaz de desempeñarlas, puesto que de lo contrario, parece que no funciona. Tal es el caso de las profesiones arriba mencionadas, así como de aquellas profesiones no demasiado comunes a las que cuesta sudores de frente llegar. Ejemplo: científico de laboratorio, arqueólogo, o… traductor.

Sencillamente, no me puedo imaginar que alguno de los científicos que observo los jueves en un laboratorio de investigación y desarrollo haya acabado ahí por pura coincidencia del destino y no haya sido por deseo y vocación; tampoco creo que cayese la breva de que alguien al que la arqueología, ni fú ni fá, de pronto se viera en un yacimiento desempolvando trocitos de a saber Dios qué, si no es porque profesa un amor a su profesión que en muchos casos ya quisiera cualquier novio o novia; y por último, tampoco podía imaginar que, con la intensa dedicación de horas, días, semanas, meses y años que cuesta establecerse como traductor, pudiera haber alguien que acabara en el asunto por manos y capricho del destino, y sin sentir ardor y pasión por cada una de las palabras que escribe.

Pero tal y como he dicho, y ahora enfatizo, esto ERA algo que no PODÍA imaginar…

El traductor, el bendito traductor, ¿por obligación, o devoción?

No es de menospreciar la inmensa serie de «vicios» con los que contamos los traductores y de los que nosotros mismos nos enorgullecemos (a lo mejor aquí ya he generalizado mucho, y se me acaba de ver el plumero). Aún así, la verdad es que sentimos un intenso alivio y desahogo cuando corregimos al prójimo, y sufrimos cuando las circunstancias -pues a veces prima la educación- no nos lo permiten. Además, profesamos un odio infinito a los extranjerismos (en tanto que sean innecesarios); y tendemos a ser sumamente críticos -sobretodo en lo que a la lingüística se refiere-, tanto para los demás como para y con nosotros y nuestra expresión. Estas tres características son inherentes al traductor por devoción, esto es, al buen traductor. Y digo «inherentes al buen traductor» porque es que un traductor que no persiga la perfección hasta la saciedad, que no muestre absoluta intransigencia con los errores y que no defienda a capa y espada la pureza del idioma que le proporciona el pan de cada día (siempre dentro de unos límites), no puede ser un buen traductor, y, por lo tanto, no debería dedicarse a ello. La traducción no es una profesión a la que uno se dedica porque el destino o el viento lo ha arrastrado hasta aquí; o al menos, eso creía yo.

Pero parece que me equivocaba. A pesar de los pesares y de lo arduo del sendero a recorrer, también hay traductores a los que no les gusta lo que hacen, y así te llegan encargos para corregir en los que el traductorcito te ha plantado un customizaro un monitorear* porque, claro, personalizar servicios o supervisar la producción, en español, pues no quedaba tan claro.

En esos momentos te preguntas qué has hecho para merecer (tener que corregir) eso, y te sumerges en pensamientos más profundos que te llevan a reflexionar el motivo por el que TÚ te dedicas a traducir, y aflora de lo más hondo de tu corazón ese amorcito que sientes por la palabra, y te preguntas por qué otros no lo sienten, y te vuelves a preguntar por qué se dedican entonces a ello (pisándote los tomates y manchando vuestra reputación en favor de la de Google Translator), y acabas en última instancia escribiendo una entrada en el blog, desahogándote.

Por ello, porque la vida laboral es larga (y más que lo va a ser como siga el panorama tal y como está…) y porque debemos intentar no incurrir en malas prácticas, no caer en la apatía, y no hacer que el trabajo sea sinónimo de tortura (sobre todo para no proyectar contra los demás los ardores que provoca el sufrimiento), animaría a todo el mundo a reflexionar sobre sus gustos y vocaciones, para no supeditar la decisión de escoger una profesión al estado del mercado laboral, a las previsiones de crecimiento económico para los próximos años, o al estado de la constelación de Júpiter, porque, lo más importante es hacer de la vida una devoción y no una obligación.

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Se busca traductor para agencia de viajes

«Tareas a realizar: atención al cliente, gestiones en organismos públicos (notarías, ayuntamientos…), traducciones de inglés a español y de español a inglés, labores de secretariado y administración, acompañar a turistas y traducir las explicaciones del guía…»

Un momento, que esto sigue:

«Requisitos: mínimo 2 años de experiencia en el sector, ser bilingüe, estudios mínimos de bachillerato. Se valorará el conocimiento de otra lengua extranjera».

Y como broche de oro:

«Remuneración: 800 € brutos/mes».

Esta oferta de trabajo es un híbrido fidedigno de lo que he tenido el placer de encontrarme esta mañana mientras echaba un vistazo a las vacantes para traductores en España (no, no se me ha quitado la manía aún).

Desconcertante, exasperante, descorazonador e irrisorio. Y aquí, vayamos por partes:

DESCONCERTANTE. Después de haber estado atareada los últimos seis días con 10.200 palabras en el ámbito de la neuropsicología, una cosa que he aprendido es que cuando nuestros sentidos captan cualquier tipo de estímulo y este llega a través de los nervios hasta el cerebro, nuestro órgano pensante lo procesa inmediatamente relacionándolo con la información de la que ya dispone y, entre otras cosas, conforma una primera idea de lo que puede venir a continuación. Es decir, «nos prepara para lo que venga».

Si a través de los ojos de un traductor llega hasta su cerebro un estímulo que lee «se busca traductor…», para este sujeto quedan clarísimas las implicaciones que este enunciado tiene. Pues bien, una vez que el traductor en cuestión ha leído y procesado el título, que  su cerebro elabora una idea y prepara las neuronas para lo siguiente…¿lo siguiente?, ¡shock!

Este tipo de ofertas de empleo nacidas del desconocimiento y la ignorancia, no sólo afectan al traductor, que se siente engañado y estafado, sino que también va en detrimento de la propia empresa, ya que no sabe lo que necesita, y por ende, cuenta con menos posibilidades de poder encontrar al candidato adecuado, lo cual repercutirá en la calidad de los servicios que ofrezca y, en última instancia, en su productividad y sus ingresos.

EXASPERANTE. Una vez que el cerebro del traductor ha salido del estado de desconcierto y, al mismo tiempo, las neuronas se han enterado de qué va la historia, comienzan a emerger de las entrañas del susodicho la rabia y la irritación.

Cuatro años de sacrificio universitario (…), cuatro años perfeccionando, no ya tus lenguas extranjeras, que eso resulta evidente, sino tu propia lengua materna; porque debe ser «por ti» y no por «por tí*», porque es «cuanto menos» y no «mientras menos*» o (perdonad la osadía de mencionarlo) «contra menos*»… porque puede ser «solo» o «sólo», pero siempre que no sea «estar solo»… En definitiva, cuatro años preparándote para salir con un título que te da licencia para traducir seguir formándote en el ámbito de la traducción y, cuando te dispones a buscar las primeras oportunidades, te encuentras con este tipo de ofertas de trabajo…

…DESCORAZONADOR. Por todo lo mencionado en el párrafo anterior y porque España está sumida en una situación que no merece y de la que, si no empezamos por ocuparnos de estos pequeños detalles, no podrá salir nunca.

No podrá salir nunca si no aprovecha y maximiza el rendimiento de las capacidades de lo único que tiene: sus ciudadanos. Los cerebros, ávidos de deseos de poder ejercer la pasión para la que nacieron -o simplemente, de poder seguir comiendo-, seguirán fugándose; y el enchufismo y la endogamia regirán eternamente en muchas instituciones públicas y privadas, donde «a menudo» no se atiende a las capacidades de las personas y las exigencias de los puestos que se cubren.

IRRISORIO. 800€/mes… Traductor-secretario-intérprete-guía turístico-recadero, con experiencia en el Multisector (¿?), -el detallito del título de bachillerato vamos a obviarlo-, -el bilingüismo, también- , y conocimientos de otros idiomas extranjeros. TODO, ¿por 800 euros brutos al mes?

Esto no tiene nombre, señores, no tiene nombre.

Cumplo con mis obligaciones de contribuyente, pago Seguridad Social y un par de impuestos más, y ya se van 250 €; con suerte mi cuerpo no precisa de muchos nutrientes y dejo en el supermercado sólo 200 €; cumplo con mi contrato de arrendamiento y le doy a la casera 300 €, y aún me quedan 50 para «salir de paseo»… ¡Qué afortunada soy!

En fin, sólo nos queda no resignarnos, tratar de hacer todo lo que esté a nuestro alcance y participar activamente siempre que podamos. Y, puesto que el resultado es mayor que la suma de sus partes, entre todos acabaremos consiguiendo, por un lado, sacar a España de este hoyo y, por otro, subir a la figura del traductor al pódium que merece.

Schönen Feierabend, y ¡feliz fin de semana!

But also a freelance translator…

Nueve meses y medio parece haber durado la gestación de esta segunda entrada, y, entre entrada y entrada, como era de esperar, muchas cosas han cambiado.

Tras doce cortos e increíblemente productivos meses en la empresa de traducción en la que trabajaba, a finales de mayo me despedí de mis queridísimos compañeros para subir un peldaño en mi carrera profesional y dejar de ser gestora de proyectos y traductora para adquirir el «nombre artístico» de: traductora autónoma.

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Desde que me licencié en 2011, no he perdido de vista la meta a la que siempre he aspirado; todos mis esfuerzos han sido dirigidos, directa o indirectamente, hacia el único propósito de poder llegar a formar parte del gremio de los traductores autónomos profesionales.

En primer lugar, empecé traduciendo para Organizaciones No Gubernamentales y otras organizaciones sin ánimo de lucro, colaborando con plataformas como TED.com, traduciendo esporádicamente para alguna que otra agencia de publicidad, agencias de traducción, y para algunos clientes privados.

Después vino wordinc Gmbh, y con ello  la adquisición masiva de conocimientos y experiencia: aprendí a utilizar Wordfast, así como todas las versiones de Trados más usadas en la actualidad (Trados 7, Studio 2009 y Studio 2011); aprendí a analizar las exigencias y los gustos de cada cliente para adaptar a ellos las traducciones (porque «der Kunde ist König» en alemán, «the client is the boss» en países angloparlantes y, por supuesto, para nosotros el cliente también manda); y he conocido, gracias a la observación y el análisis, el funcionamiento de cada una de las partes que conforman el mundo de la traducción (clientes, intermediarios, traductores y revisores).

Todo este aprendizaje, toda esta experiencia acumulada, se han hecho patentes a la hora de la búsqueda de clientes y ha dejado constancia de la gran importancia que se le atribuyen hoy en día y que, de hecho, tienen. Cuando comparo mis cartas de presentación actuales (las cuales, sí, están personalizadas y enfocadas a cada cliente), con las primeras cartas que escribí, me doy cuenta de cómo han madurado y de cómo ahora transmiten seguridad y saber hacer, cosa que también parecen haber notado los destinatarios (…).

De modo que me encuentro metida de lleno en el camino de la autonomía, en una senda ardua pero que, sin duda, se puede recorrer con esfuerzo y afán de superación. No sé si la sensación de haber tomado la decisión correcta es sólo fruto del encargo de casi 6000 palabras sobre energía solar térmica con el que ha empezado este nuevo camino ;), o si se debe a mi positivismo innato. No obstante y en todo caso, creo que casi todo es alcanzable y que (viva la sabiduría popular) «quien la sigue, la consigue».

Animo a todos los que tengan esta misma aspiración a seguir adelante y a no darse por vencidos, porque «quien siembra, recoge», y, como dijo Gandhi: «un esfuerzo total es una victoria completa».

La bienvenida

Esto de saltar a la palestra nunca ha sido lo mío: me va más el anonimato, la discreción y el pasar desapercibida. En este sentido la profesión de traductora me viene a las mil maravillas. Aunque, por otro lado, una se debe a los requerimientos de la época en la que le ha tocado vivir, y por eso, precisamente por eso estoy aquí.

Me ha costado mucho dar el paso de crear este blog (supongo que más o menos lo mismo que a cualquier hijo de la Madre Naturaleza, pero la empatía que mejor se comprende es la que deja de ser empatía para pasar a ser agonía).

Ha sido un proceso relativamente largo de concienciación, en el que he sopesado pros y contras, he recopilado mentalmente temas de los que podría tratar, he reflexionado hasta la saciedad sobre esta primera entrada, y ahora que la fruta está casi madura, me presento en sociedad.

En estas páginas hablaré de la gestión de proyectos, de la tarea del traductor y los traductores per se, comentaré abiertamente errores lingüísticos que me vaya encontrando en páginas web (con especial hincapié en aquellas que pertenecen a los autodenominados «líderes de la información en castellano….») y demás temas que me interesan y creo que puedan interesar.

He de reconocer que soy excesivamente tiquismiquis, exigente y a veces hasta un poco intransigente (matizo: siempre hablando desde el punto de vista del, y con referencia al uso de la lengua). No obstante, tan exigente como soy con los demás, lo soy conmigo misma, así que si en alguna de esas entradas en las que percibiréis cómo se me hincha la carótida derecha por acción de un error garrafal inadmisible o la osadía en la que ha incurrido el primo que estuvo en
ImagenLondres y se atreve a inmiscuirse en un quehacer que no le corresponde (…), no os amedrentéis y puntualizad cualquier error de tipo de ortográfico, lingüístico (o.ä.) que yo, como ser humano defectuoso, pudiese cometer.

Sin más, y ahora que empiezo a sentirme como pez en el agua, sólo me queda decir que espero que todo esto se convierta en una bonita historia, con un buen desarrollo y sin final. Un saludo y ¡hasta la próxima!